El realismo mágico que surge de la pluma de García Márquez nos sumerge en el mundo de la violencia colectiva. Llega la mala hora, la hora de los desheredados, de los campesinos, la hora de la desgracia. Tras la violencia y la muerte de una guerra civil ha llegado la hora, la mala hora, la de la pacificación. Los vencedores, los conservadores, perseguirán con saña y crueldad a sus antagonistas, los liberales.
Pasquines anónimos clavados en las puertas de las casas denuncian “vicios y pecados privados”, viejos rumores que se tornan públicos, adulterios, infidelidades, disparos, muertes…, en una tórrida atmósfera cargada de rencor.
En La mala hora, publicada en 1962, ya se vislumbra el devenir de un gran escritor que trascenderá al Olimpo de los dioses con Cien años de soledad (1967). El ganador del Nobel, García Márquez, construye en su relato una gran alegoría de la sociedad con la utilización de brillantes metáforas (las ratas que merodean por la iglesia, el pueblo y cómo el cura pretende aniquilarlas). Los pasquines anónimos como reflejo de las envidias, de la corrupción y las mentiras de los hombres, sirven de introducción para argumentar una trama que nos atrapa y nos mantiene intrigados.
En definitiva, una sociedad que es un hervidero de rencor con unos personajes que se convierten en nuestra conciencia colectiva.
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